jueves, 18 de junio de 2015

No lo hagas

Inicio

La sala estaba vacía, estaba solo, completamente solo, el break era de veinte minutos, el reloj marcaba las cinco de la tarde, la luz artificial cegaba mis ojos, me puse la capucha y apoyé la cabeza en la mochila, cerré los ojos, tal vez conseguiría dormir, fue imposible. Nunca había estado tan pensativo, en las nubes como solía decirme mi vieja. Salí de la sala y prendí un cigarro, mis manos estaban congeladas, caminé por todo el campus, el aburrimiento no me lo quitaba nadie, miré el reloj, era la hora de volver.

Volví a la sala y tomé asiento, estaban todos, el profesor comenzó la clase, llené mi cuaderno con dibujos que no tenían algún sentido. La clase terminó y fui al metro San Joaquín, fumándome otro cigarro lucky strike.

Desarrollo

Cargué la bip y subí la escalera a la dirección Plaza de Maipú, me senté en el suelo, esperando a que llegara el metro, escuchando los grandes éxitos de Silvio Rodríguez. Me di cuenta que mis zapatillas estaban sucias, levanté la mirada y quedé extasiado al ver una niña de uniforme. Lo que más me llamó de su fisonomía fueron sus ojos azules, sus labios eran de un rojo carmesí, no era alta, la verdad es que era muy pequeña, su piel era de un delicado color blanco, realmente era hermosa.

Me sorprendía que viajara sola, porque no demostraba superar los trece años de edad. Desde ese momento comencé a encontrarme con ella cada día y a la misma hora, a las ocho en punto. Nunca me atreví a preguntarle su nombre, lamentablemente yo tenía el doble de su edad. Llámenme loco o enfermo, no me importa, estoy enamorado de ella. Lo que más quiero es conocerla.

El día lunes llegué a la estación más tarde de lo habitual, porque me había quedado estudiando para una prueba, el reloj marcaba las diez. Me invadió una enorme tristeza, pues no la vería, me senté en el suelo como de costumbre, miraba mi entorno, la misma gente desagradable de siempre, que anda por la vida apurada y enojada. Alguien tocó mi hombro, era ella, me preguntó por la hora y amablemente se la dije. Aproveché la situación para sacarle conversación, al igual que sonrisas. 

La conversación habrá durado unos cinco minutos, de ahí llegó el metro y nos fuimos juntos. Las cosas graciosas que le decía consiguieron el arrebol de sus mejillas. Se bajó en la estación Quinta Normal, me miró y sonrió. Ella posee una sonrisa que me encandila. Seguí el recorrido pensando en todo lo que habíamos hablado y era inevitable que sonriera.

Ya en mi departamento, me preparé un café, mañana tendría prueba de cálculo y tenía que repasar, sin embargo me resultaba difícil concentrarme, pues tenía el rostro de ella grabado en mi mente. Tomé las guías, mis apuntes y fui al escritorio, en donde no supe nada más hasta el día siguiente.

Clímax

Pasaban los días y mi cercanía hacia ella crecía, mi corazón se aceleraba con solo estar a su lado. El amor que sentía aumentaba cada vez más, no aguantaba su indiferencia y decidí expresarle mis sentimientos. Llegué a la estación temprano estaba muy nervioso, mis manos sudaban, deseaba tener un cigarro, ya que fumar me calmaba, pero antes de pasar por el torniquete quedé perplejo con lo que presencié, ahí estaba ella abrazada de un niño, él no dudo en besarla. Me invadió un dolor en el pecho, sentí como mi corazón se destrozaba de a poco, voltee y salí de la estación, afuera compré una cajetilla de cigarros y me senté afuera de la Universidad Católica. Me llamaba la atención el follaje de los árboles y arbustos. El reloj marcaba las diez de la noche, nunca antes había fumado tanto en mi vida. El cigarro mi único fiel amigo.

La vislumbre que provenía a lo lejos me hizo ponerme de pie, fui a la estación, ella ya no estaba. Decidí ir a mi departamento, abordé el metro, el recorrido fue más largo, el vagón venía repleto, en cada estación se demoraba más de lo normal, la gente peleaba por tener un lugar, se empujaban, mientras yo los contemplaba. Llegué a mi hogar, la habitación estaba en penumbra, me recosté en mi cama mirando el techo, recordaba todo lo que había sucedido, cerré mis ojos y de ellos se desprendieron frías lágrimas.

Desenlace

Me levanté para irme a la universidad, me miré en el espejo, mi rostro lucia demacrado, algo en mí había muerto, me sentía vacío y sin ganas de nada, aun así fui a clases, no comprendí nada de las palabras que salían de la boca del profesor, fue una clase tediosa, se me cerraban los ojos, así que me recosté en mi mochila y me dormí profundamente. Desperté precipitado por unas voces, eran mis compañeros, estaban preocupados porque me habían visto muy cabizbajo, me invitaron a tomar, los ignoré, agarré mi mochila y salí rápido de la sala. Miré mi reloj, faltaban unos minutos para las ocho, me apresuré para ir a la estación, pasé por el torniquete, subí la escalera, esperé que se acercara el metro y salté a las vías.

Vocabulario 

Vislumbre: Reflejo de la luz, o tenue resplandor, por la distancia de ella.
Follaje: Conjunto de hojas y ramas de árboles y plantas.
Extasiado: Embelesado, asombrado, fuera de sí.
Encandila: Despertar o excitar el sentimiento o deseo amoroso.
Penumbra: Sombra débil entre la luz y la oscuridad, que no deja percibir donde empieza la una o acaba la otra.
Arrebol: Color rojo especialmente en el rostro de la mujer.
Demacrado: Delgado o con mal aspecto por falta de nutrición o por desórdenes físicos o psíquicos.
Cabizbajo: Que tiene la cabeza inclinada hacia abajo por abatimiento, tristeza o cuidados graves.
Perplejo: Persona que siente confusión o asombro.
Fisonomía: Aspecto particular del rostro de una persona.

Adecuación

Este cuento va dirigido especialmente a los adolescentes y adultos, porque se trata de un amor imposible para los ojos de nuestra sociedad. Un joven universitario un día se enamora y enloquece de amor por una pequeña niña. Ambientada en Santiago, pues quiero que el lector logre identificarse y situarse en algunos lugares de nuestra ciudad, un viaje entre la realidad y ficción. Con el título ''No lo hagas'' busco la reflexión por parte del lector sobre el suicidio.



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