lunes, 23 de marzo de 2015

Carta

Santiago, 23 de marzo 2015

Querida Helena:

Mi pequeña, hoy es tu cumpleaños número seis, cada vez estas más grande e inteligente. Te sorprenderás al recibir esta carta como obsequio, pues siempre suelo regalarte las muñecas más lindas en cada cumpleaños.

Helena sé que aún eres una niña, la cual quiere jugar en cada momento, mi inocente criatura quisiera estar a tu lado para siempre. Es probable que no comprendas del todo esta carta porque eres demasiado pequeña, pero sé que te servirá como herramienta en el futuro.

El motivo por el cual te escribo es para darte a conocer una historia en particular que me sucedió hace muchos años, cuando solo era una adolescente, enamorarse le llamaron. Cuando me enamoré, me sentía como en las nubes, pensaba en esa persona siempre, me parecía única y para toda la vida. Me enamoré de Álvaro a pesar de la distancia. Era la persona perfecta en el lugar equivocado. Me imaginaba un mundo con él, pese a ello un día todo se acabó, si hija, se acabó, porque nada es para siempre.

Los días pasaban, el sol ya no brillaba para mí, estaba sola, muy sola, luego me di cuenta que me acompañaba alguien, la depresión, algunas cicatrices  son por ella, las considero marcas de guerra, de que sobreviví.
 
Con ayuda aprendí a valorar la vida que es lo más hermoso. También que las personas en cualquier momento se pueden ir, pero esto significa el momento de conocer a otras. Cuando pases por mi misma situación, no llores cielo y vuélvete a enamorar. La vida no se acaba con la ausencia de alguien, la vida sigue y la mejor forma de seguir adelante es con una sonrisa.

Hija mirada siempre en alto, la vida es demasiado corta, como para estar siempre triste, disfrútala al máximo, atesora los lindos momentos y siempre sonríe.
                                                                                

                                                                                                               Tu Madre.




martes, 17 de marzo de 2015

Autobiografía

No, no ha sido  fácil, para nada de fácil comenzar a escribir, ¿Cómo empiezo? Tengo la mente en blanco, unos minutos más y tocara el timbre para el recreo, ya sé, explicare el porqué de mi nombre  y no otro. Bueno mis padres escogieron este nombre por la actriz Javiera Contador, la Kena de Casado con hijos. Soy la menor de tres hermanos, el conchito dicen. De a poco recuerdo cosas que me sucedieron, como aquella vez que fui con mis padres al supermercado, era muy pequeña y no sé cómo me separe de ellos, pensé que no los volvería a ver nunca más, me invadió la tristeza y corrí por los pasillos hasta que los encontré, me di cuenta que eran todo para mí y que los quería conmigo para siempre. Mis padres tenían la loca costumbre de vestirme a mí y a mi hermana de la misma manera como si fuéramos gemelas. Nos daban todo, era feliz esperando la navidad, aunque mi hermano me dijera Javi te portaste mal, el viejito pascuero te dará un carbón. Nunca me encontré con un carbón, al contrario un saco lleno de juguetes, los cuales eran los mismos para mí y para mi hermana, porque si no era así nos pondríamos a pelear. Con el tiempo me empezó a dar igual esto, pues mi madre  me decía que en la vida hay que compartir y es algo que hago hasta el día de hoy. 

Nadie esperaba mi llegada al mundo, excepto mi hermano que quería un hermanito, lástima que fui mujer. Cuando nací no lloré, no tenía energías porque días antes a mi madre no la habían alimentado, cosas de la salud de Chile. Con mi hermano jugabamos siempre, a pesar de que la mayoría de las veces terminaba con alguna herida o con mi nariz ensangrentada. A mi hermano lo castigaban haciéndolo  mirar la pared por horas. Como no olvidar el tirón de oreja, la abofeteada en la boca, mi amiga la correa y esos coscorrones, eran típicos al momento en que me portaba mal, era contestadora o cuando me enseñaban cosas. Me pregunto cómo sería ahora, si no hubiera pasado por las cosas anteriores mencionadas lo más probable es que estaría dedicándome a cualquier cosa menos a estudiar, como es el caso de algunos de mis primos. 

Desde pequeña el hecho de ir a carnicerías resultaba un trauma para mí, recuerdo el olor  y al carnicero sin expresión cortando la carne para el almuerzo. No podía creer que fuera parte de un sistema en donde consumiéramos animales que tienen la capacidad de sentir dolor al igual que nosotros y sobre todo el derecho a vivir. Que decir de los actos despiadados que ocurren en los mataderos, mejor ni hablar. Nadie pensaba en esto y en mi crecía un gran rechazo por la carne, no fue nada fácil dejarla, puesto que mi padre se dedica a vender carne y es lo más consumido en casa. Con el tiempo aceptaron mi decisión de ser vegetariana.


Cuando mis hermanos crecieron, cada vez existió menos comunicación, ya ni los veía, estaba sola, mis padres trabajaban como siempre para que nada nos faltara, por lo tanto yo comencé  a vivir en mi mundo.  Mis padres fueron tan protectores conmigo que no me dejaban salir y compartir, así que quedaba triste en una especie de burbuja. Me convertí en una persona solitaria y tímida. Tenía dificultades para relacionarme con los demás, era difícil hacer amigos.


Me puse a jugar en línea y conocí muchas personas de Chile al igual que distintas partes del mundo. Entre todas esas personas estabas tú, Garay fuiste lo más importante para mí, siempre podía hablar contigo y me dabas consejos, aunque nunca nos habíamos visto. Me enamoré de ti y no le di importancia a los mil kilómetros que nos separaban, ahora sé que amo lo difícil, lo que duele. El mejor día fue cuando te vi por primera vez, tenía dieciséis años y tu dieciocho, estaba muy nerviosa, ya que habían sido años chateando y teniendo una relación a distancia.  En el terminal Sur llegaban buses, otros se iban y no te veía por ninguna parte. Comencé a caminar y me topé con una multitud de personas  y alguien me saco mi gorra, eras tú. Te abrace, no podía estar más feliz, tu sonrisa, si, esa sonrisa fue mi perdición. Pasó el tiempo y cambiaste totalmente como de un día para otro. Estaba muy triste, nadie lo notaba, pues siempre me estoy riendo por cualquier cosa, sin embargo estaba destrozada.  Nunca me ha gustado hablar de lo que me pasa, me guardo todo, pero llega un momento en que explotas. 

El amor de mi vida se marchó y salude a la depresión. Nadie se daba cuenta de lo que me sucedía. Me autolesionaba y deje de comer. Baje de peso y toda mi ropa me quedaba enorme. En las redes sociales era bombardeaba de imágenes con la llamada perfección, esto lograba que me odiara. Fue tanto lo que cambie que me obligaron a ir al psicólogo, no iba dispuesta a hablar  de mi vida, pero no me di cuenta cuando comencé hablar hasta por los codos. Aprendí que cuando se marchan las personas quedan los buenos momentos y esto debería hacerme feliz. Los golpes de la vida me fortalecieron como persona, es por eso que si mañana sucediera algo, estoy preparada para afrontarlo. Buscaba la perfección pero descubrí que no existe, dejando de comer lo único que iba a lograr era enfermarme y dañar a las personas que me quieren.